Bienvenido a la sección de relatos de ficción histórica escritos por Miguel Rodríguez Echeandía. Si quieres leer relatos de otras categorías puedes ir al blog pinchando aquí.
Foto de portada ©Daniel H. Tong
El perro de Dar Drius
Los vi salir de buena mañana y me animé a seguirlos. Muchos de aquellos hombres habían sido buenos conmigo, compartiendo sus chuscos de pan seco y su agua y dejándome…
Hamilton – Burr
Habían cruzado el Hudson cada uno en una barca, ordenando a los remeros regresar a la orilla cuando todo hubiese terminado. Así podrían declarar que no habían visto nada. Las…
Libertadores X
— ¡A cubierto, Juan! —gritó don Ernesto—. ¡Santiago! El claro había estallado de júbilo con la llegada de los refuerzos. El taíno enviado al poblado había cumplido con creces, trayendo…
Libertadores VIII
Un silbido agudo y penetrante puso a todos en alerta. — ¡Bajad las cabezas! De entre la maleza salió una andanada de flechas que acabó rebotando entre rocas y escudos….
Libertadores VII
Don Ernesto y sus hombres pasaron lo que les pareció una eternidad reconociendo el terreno alrededor de ese enorme peñasco que separaba las tierras taínas de las de sus enemigos….
Libertadores VI
La tropa parecía descansada tras dormir sin preocupaciones en el poblado taíno. Todos menos don Ernesto y Juan, el intérprete, pues ellos habían pasado una larga noche succionando el humo…
Libertadores V
Atrás estaban los miedos tras el ataque de la serpiente. Atrás las dudas y recelos. Atrás, incluso, el cansancio de las largas jornadas en el mar. El recibimiento en el…
Libertadores IV
El día ya empezaba a caer cuando se inició la marcha. Los taínos abrían camino por medio de monstruosas construcciones naturales de troncos y helechos: una jungla verde y amenazadora…
Libertadores III
La música seguía sonando y los cánticos crecían. Pronto pudieron ver a todos los indios, una pequeña partida de unos quince hombres que cantaban y reían en medio del bosque….
Libertadores II
— No hay material para reparar todos los daños, señor. Las velas no aguantarán. — ¡Cuerpo de Dios! —masculló el capitán—. Dejaremos el grueso de la compañía aquí y unos…