Cuando logré desarrollar por completo mi decálogo sobre la concepción del mundo me sentí plenamente satisfecha. Atrás quedaban, por fin, cientos de horas revisando viejos tratados filosóficos, de contraposición de ideas, de búsqueda de nuevos paradigmas, de concebir argumentos contra las posibles críticas que a buen seguro iba a recibir. Por fin, cuando ya tuve todo listo y me sentí satisfecha con el resultado, me di de bruces contra la triste realidad: nadie quería publicar mi trabajo.
Era algo lógico, si lo pensaba fríamente: yo tan solo era una simple profesora de filosofía en un instituto de una ciudad minúscula, por lo que era hasta normal que nadie quisiese fijarse en mi decálogo. Sin embargo yo tenía ambición y sobre todo ganas de que mi mensaje llegase a más gente. Realmente creía y creo en las ideas que he desarrollado, y muchos podrían beneficiarse de ellas si pudieran conocerlas. Por ello decidí poner en marcha un plan algo arriesgado pero eficaz para conseguir la atención que de otra forma no lograría.
Así fue como creé a Teotimos de Egina, un filósofo griego cuyas enseñanzas se perdieron en el tiempo y que yo conseguí recuperar. Después adapté mi decálogo a lo que podría conocer un hombre de hace dos mil años y empecé a dejar caer diferentes frases en redes sociales. De esta forma no era una simple profesora de instituto la que intentaba dar a conocer una forma de pensar, sino un coetáneo de los grandes filósofos de la antigüedad hablándonos a través de los siglos. Si a esto sumamos el furor por el estoicismo que corre por las redes sociales el éxito no podía tardar en llegar.
Mi gran miedo es que algún especialista en historia antigua me pregunte de dónde he sacado la información sobre la vida de Teotimos. Y sé que ese día llegará. Ese será el momento de descubrir el engaño y poner frente al espejo a toda esa caterva de intelectualoides de universidad que no admiten que alguien que trabaja en un estamento inferior de la enseñanza pueda desarrollar una forma de pensar diferente a la suya. Que no digo que eso pase siempre, pero a veces pasa, y eso da a mi afán de dar a conocer mis ideas un doble propósito.
De momento mi primer objetivo se está cumpliendo: mis ideas son un éxito en redes sociales y ya he empezado a ofrecer seminarios y charlas para desarrollarlas frente a audiencias en directo. Todavía no he podido apuntarme el tanto de la autoría de todo lo que digo en mis conferencias, pero todo se andará. Por lo menos mis ideas ya están ahí, al alcance de cualquiera, y eso ya no me lo va a poder quitar nadie.
Foto de portada: ©Pexels
¿Te ha gustado el relato?Deja tu opinión en un comentario o si lo prefieres cuéntamelo en Twitter o Instagram. Y si quieres más puedes descargarte mis libros Confinados y Un día en la guerra totalmente gratis en esta misma web. ¡Disfruta de la lectura! |
Ole ole ole, seguro que triunfa. Las redes sociales son así hacen triunfar con el desconocimientos de los libros, que cada vez es mayor.
Me has vuelto a sorprender.
Un abrazo