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Soluciones

Un silencio denso se había instalado entre ellos. No era un silencio de verdad, pues en la calle se oían las pisadas de la gente, los ruidos de los coches y el viento encajonado a su alrededor, ululando entre las volutas de humo del cigarro de Laura. Ninguno decía nada desde hacía un rato. Marcos observaba de forma reprobatoria a su amiga, que le aguantaba la mirada sin demasiado interés. Había vuelto a fumar tras dejarlo por enésima vez.

– Entonces… ¿tienes problemas para dormir?

Ella suspiró negando con la cabeza y los ojos entrecerrados. Luego su rostro mutó a una sonrisa triste, amarga.

– Dormir no es el problema. El problema es despertar.

– Vaya, eso es más chungo…

El aire zarandeó sus ropas avivando la punta incandescente del cigarrillo. Marcos no podía evitar pensar en que, vistos desde fuera, pasarían por los protagonistas cutres de una escena cutre de una película cutre. Los dos, tristes y decaídos, bajo la luz del bar de turno con una cerveza en la mano y el cielo ennegrecido de noche lleno de nubes reflejando el naranja de las farolas.

Siempre que él tenía problemas se preguntaba cómo de profundos eran en realidad; si tenía derecho a quejarse comparando sus miserias con las ajenas. En cambio eso jamás lo hacía cuando escuchaba cuitas de sus amigos, especialmente si eran las de Laura.

– ¿Sabes cuál es el problema? –terminó por decirle.

– ¿Sólo hay uno?

Otra vez la sonrisa amarga.

– Solamente uno: el dinero. El puto dinero.

Ella bufó y se encogió de hombros. Menuda novedad me acabas de descubrir, lumbrera, parecía decirle con aquel gesto.

– No, piénsalo en serio. Dicen que el dinero no da la felicidad, vale… pero ¿hay algún problema solucionable que no se arregle con dinero?

– No te tenía yo por un materialista.

– Soy práctico. No veo el dinero como un fin, sino como un medio. Un medio cojonudo, todo sea dicho –terminó dando un trago a su cerveza.

– ¿Y si estás triste?

– Lo estarás igualmente siendo rica o pobre. Pero al menos no tendrás que preocuparte de si comes ese día o de pagar el alquiler. He dicho problemas solucionables, recuerda.

– ¿Y los no solucionables?

El comentario le hizo reflexionar por un momento.

– Siempre es mejor que te deje una novia teniendo pasta para irte de vacaciones y olvidar –sonrió.

– Bueno, eso es verdad.

– Y si es un problema de salud sacas la chequera y pagas al mejor médico. Que quieras que no igual te da más posibilidades.

– Y si no, al patatal.

– Qué más da –siseó él apurando su bebida–. Ahí vamos a acabar todos .

El tétrico comentario, tan propio de su amigo, hizo sonreír de nuevo a Laura. Era la primera sonrisa de verdad desde que había salido del bar armada con el cigarro y la cerveza; una sonrisa franca y abierta. Justo lo que necesitaba.

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