– Disculpe, pero ya le toca.
– Ah, ¿ya?
– Sí, vamos un poquito adelantados.
– Sin problema.
Revisa la caída de la chaqueta en el espejo del camerino, se coloca el cuello de la corbata y sonríe.
– Vamos a ello.
Al plató se accede cruzando una cortina negra que no deja pasar más luz que la que escapa por el bajo al raspar el suelo. Le colocan sobre una X marcada en cinta blanca y le dicen que espere a que le den paso. Puede notar el jaleo de la gente al otro lado, el calor de los focos y la tensión del equipo técnico. No ve nada.
– Y aquí tenemos a nuestro invitado de esta noche…
La presentación es larga, provocando que se ponga más y más nervioso. Nunca le ha gustado hacer estas cosas, pero cuando inaugura exposición le toca cumplir con la prensa y esta vez su marchante ha puesto toda la carne en el asador. Es un quinta entrevista en tres días pero esta es la primera en prime time.
De pronto un picor inesperado de nariz hace que tenga que rascarse impulsivamente. Justo cuando la cortina se corre y los focos le deslumbran. Se intenta recomponer dando un paso hacia la luz sin darse cuenta de que el otro pie tiene pisado el cordón del zapato, haciéndole caer de bruces. Si quería hacer una entrada triunfal lo había logrado.
El dolor en el centro del rostro es horrible, y nota cómo la inmediata hinchazón hace que le cueste respirar. Se lleva la mano a la cara y entiende por qué: la nariz le sangra a chorros. En directo. Con al menos doscientas personas en las gradas. El entrevistador intentando salir del paso. Y él de rodillas, en el suelo, con sangre cayéndole por los dos orificios nasales.
Lo peor, por supuesto, está por llegar. Porque él nunca ha llevado bien ser el centro de atención. Y las entrevistas le ponen muy nervioso. Y nunca ha aguantado ver la sangre, algo que su tripa acaba de recordar. Es entonces cuando el sudor frío aparece, seguido por la arcada y el mareo. Y lo último que ve es al presentador del programa acercándose con cara de preocupación entre una nube negra que le absorbe.
– Disculpe… —alguien le habla desde lejos—. Disculpe…
No sabe de dónde viene la voz hasta que abre los ojos.
– Disculpe, es que ya le toca.
– ¿Perdón?
– La entrevista, que ya le toca… se ha debido de quedar dormido mientras esperaba.
– Ah sí, perdone… he dormido fatal, las entrevistas me ponen muy nervioso.
– No se preocupe, aquí hemos visto de todo. Seguro que va a ir muy bien.
Se levanta y parpadea un par de veces mirándose al espejo para intentar centrarse. Instantes más tarde le acompañan hasta la marca tras la cortina y le dejan una pequeña luz para que pueda ver el suelo.
– Cuidado con los cordones —le dice uno de los técnicos con media sonrisa—. No sería el primero en tropezarse al salir.
Foto de portada: ©Pexels
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Jajajajajaja pobrecillo! Con lo mal que lo ha pasado. Seguro que si continuará el relato lo haría fenomenal, fijo!!
Me ha gustado ????????????
Gracias
Me ha gustado!!!!! Sin interrogaciones, coño!!!!