No sé cuándo ni cómo empezó, pero desde entonces los veranos nunca fueron igual. Como siempre que acababa el curso el mundo se paraba, los días se volvían largos y calurosos y el año se partía en dos: finalizaba el largo periodo escolar y comenzaban las vacaciones.
Todas las mañanas empezaban tarde, a eso de las once, con mi madre protestando porque no hacía otra cosa que dormir en vez de ayudar en casa, o estudiar, o cualquier cosa que ella considerase útil. Yo protestaba sus protestas y discutía sabiendo que, en el fondo, ella tenía razón. Al final terminaba claudicando y me ponía a limpiar el suelo, el baño o yendo a la compra. Necesitaba tenerla tranquila para que me dejase en paz más adelante.
Después de comer siempre era el primero en levantarme y ayudar a recoger la mesa, apilar los cacharros en el fregadero y hacer un café a mi padre. Entonces por fin podía considerarme libre para correr por el pasillo y encerrarme en mi habitación: el momento que tanto estaba esperando había llegado.
Hacía poco que mis padres me habían comprado un ordenador, lo que me permitía cierta intimidad para buscar en internet lo que me diese la gana. Y eso es lo que yo tanto deseaba, pues en aquella época aprendí que tanto tiempo libre debía utilizarse para una cosa principalmente: descubrir.
Con la avidez que sólo da la juventud dediqué horas y horas a buscar películas, música, libros, información sobre actores, pintores, arquitectos, hechos históricos de todo tipo, religión, política… de una cosa saltaba a la otra con rapidez, deseoso de empaparme de siglos de cultura en apenas unos meses.
Recuerdo empezar con la música: de los Beatles que escuchaban mis padres pasé a los Rolling Stones, y de ahí a KISS, Queen, David Bowie, Frank Zappa, Eric Clapton, Paco de Lucía, B.B. King, Santana, Iron Maiden… más tarde me dio por el cine y vi todos los grandes clásicos como la saga del Padrino, la Trilogía del Dólar, algo de Tarantino y Tim Burton, Los siete samuráis, pero también Cube, Antes del amanecer, Rocky, Serpico, Qué bello es vivir, Con faldas y a lo loco…
En otra época busqué religiones y leí sobre el Budismo, el Islam y sus ramas, las diferencias entre el catolicismo, el protestantismo, los ortodoxos, e incluso credos casi olvidados como el zoroastrismo. Claro que también busqué información sobre deportistas famosos como Tiger Woods, Mohamed Alí, Pelé, Jordan o Fangio. Así cada día según me daba. Todo estaba permitido y era útil, desde geografía hasta historia del arte, cualquier cosa era buena para nutrir un cerebro joven y curioso como el mío.
Con el paso del tiempo los años dejaron de ser lineales y pasaron a convertirse en una tediosa espiral sin fin que no da tregua, uniéndose los unos a los otros en una pasta de horas, minutos y segundos que me arranca la energía. Sin embargo, cada vez que en mayo el aire trae el olor profundo e ilusionante del verano, recuerdo esas tardes infinitas de descubrimiento y eso me hace sentir joven de nuevo. Me ayuda a recordar que, aunque a veces no lo parezca, siguen quedando músicas que descubrir, películas que ver, libros que leer y vidas de las que aprender.
Foto de portada: ©Pexels
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Mola, me recuerda a mi juventud, pero sin ordenadores. Yo me metía todos los tebeos del capitán trueno y el jabato. Era comida y de siesta nada, capitán trueno y jabato. Horas y horas de lectura de aventuras.
Un abrazo