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Locomotive Breath

Fuera el aire bailaba en los contornos de los edificios vibrante de calor. Por suerte ellos lo miraban tras el cristal de su nueva hura, disfrutando del ambiente frío y seco que la silenciosa máquina de aire acondicionado les lanzaba a la cara. Menos mal. Ya habían hablado de a dónde se iban a ir de vacaciones: Marcos se marchaba unos días a casa de sus padres, mientras que Laura todavía no lo tenía claro. Quizá me vaya en septiembre, pero todavía no lo sé, cerró la discusión. Estaba mohína, y tras un par de cervezas era el momento perfecto para abrir fuego.

— A ver, cuéntame.

Laura se le quedó mirando con cara de no entender, pero la ceja levantada tras el borde del vaso de cerveza no dejaba lugar a dudas. Era un “déjate de gilipolleces y dime qué te pasa” de libro. Uno que no admitía más aplazamientos.

— No es tanto un qué me pasa, sino simplemente una sensación.
— Pues cuéntame esa sensación.

El camarero, de negro impoluto, les trajo otras dos cervezas. De tapa les puso un plato con un sándwich de jamón y queso partido en cuatro.

— Así da gusto —comentó Marcos.
— Hay que tratar bien a la clientela.

En cuanto estuvieron solos de nuevo dieron un trago cada uno a su caña, tomaron una pieza del sándwich y Laura continuó.

— ¿Te acuerdas de una vez que estuvimos hablando y me dijiste que al final todo se resumía a seguir haciendo funcionar la máquina?
— No… pero suena a algo que diría yo.

Laura sonrió.

— Una máquina funciona bien con determinado combustible. Con el que le da un rendimiento óptimo. Si le das ese combustible no humea, los engranajes no rechinan y tienes maquinaria para rato.
— Entiendo.
— Sin embargo, si le das combustible del malo la máquina se llena de residuos, sale humo negro, y es mucho menos efectiva.

Marcos cabeceó.

— Pues así me siento yo. Funcionando desde hace demasiado tiempo con un combustible que no es el mío, con el rechinar de mis engranajes haciéndome la puñeta cada día.
— Creo que así nos sentimos un poco todos. Para bien o para mal.
— Pues qué gracia.
— Ya… al menos no estás diciendo en Twitter que te han robado un año de vida como si fuese culpa de alguien.
— Siempre los hay más idiotas.
— Siempre.

Laura bebe un buen trago mientras Marcos le mira. Luego ambos se vuelven hacia el calor vibrante del otro lado de la ventana.

— ¿Sabes de lo que me he acordado con lo de la maquinaria y el humo? —dice Marcos al rato.
— Tú dirás.
— De Locomotive Breath.
— ¿Locomotive Breath?
— Locomotive Breath. La canción de Jethro Tull.

Laura hace memoria y escucha en su cabeza la letra de la canción. Las estaciones una tras otra, el tiempo pasando y la imposibilidad de detener la marcha. Y entonces sonríe.

— Algo así, la verdad.
No way to slow down, que decía el bueno de Ian.
— Aunque a mí me gusta más Thick as a brick.

Marcos se echó a reír.

— Es que tú siempre has sido muy dura de mollera.

 

Foto de portada: ©hpgruesen

 

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