– Perdona, he quedado con un amigo que se llama Marcos pero hace mucho que no le veo… ¿eres tú?
– Mira que eres idiota…
Marcos se levanta y da un abrazo a Laura, que al sentarse estira el brazo para llamar al camarero. Una vez tienen en la mesa un vermú, un agua con gas, un vaso de agua y unas olivas, empiezan a despachar.
– Nunca entenderé lo del vaso de agua y el agua con gas. ¡Si es lo mismo!
– Te explico: yo ahora tengo mucha sed, y si ataco al agua con gas me dura nada y menos. Por eso… —coge el vaso de agua y se lo bebe de un trago— ahora puedo beberme el agua con gas despacito y sin tanta sed.
– Estás mal de la azotea.
– Lo que tú digas…
La charla va cambiando de tema a tema, del trabajo al amor, del amor a los amigos, de los amigos a la familia. Al no verse en tanto tiempo, tienen mucho que contarse.
– Acabo de caer en una cosa.
– Ya está Marcos filosofando. A ver.
– ¿Hace cuánto que no ves a los idiotas del instituto?
– ¿Con los que quedaba antes? Ni idea…
– Es que estaba pensando que yo tampoco me acuerdo… que después de tantos años con ellos no recuerdo la última vez que les vi, ni qué les dije, ni nada de nada.
– Sin ser consciente de que esa era la última vez que ibas a verles…
– ¡Efectivamente!
Con la segunda ronda siguen hablando de esas últimas veces, ampliándolas no sólo a los amigos sino a todos los aspectos de la vida. A la última vez que Laura marcó un gol cuando jugaba al fútbol en el instituto y no cayó en la cuenta de que sería el último que celebrase. O cuando Marcos se despidió una tarde de su abuela sin darle un abrazo porque iban a comer juntos al día siguiente y falleció esa misma noche.
– Y las que nos quedarán —afirma Laura al rato.
– ¿Por ejemplo?
– ¿Tú no querías ser padre? Pues un día será el último en el que lleves en hombros a tus hijos y ni te darás cuenta.
– Qué duro visto así, ¿no?
– Tampoco creo que debamos fustigarnos. No se puede ir por la vida pensando si estás haciendo algo por última vez —da un sorbo al vermú—. No puede ser sano.
– Cierto… habrá que conformarse con valorar cada cosa en su momento, vivir el presente y todas esas memeces del mindfulness…
– Memeces que no son tan memeces.
– Que sí, pero ya me entiendes.
Marcos apura su bebida y se recoloca en el asiento.
– Sólo prométeme una cosa —dice Laura.
– Tú dirás.
– Que esta no será la última vez que nos veremos. Y que no pasará tanto tiempo como esta vez, que manda narices lo que nos ha costado.
Marcos sonríe de medio lado y le guiña el ojo.
– Cuenta con ello.
Foto de portada: ©Pexels
¿Te ha gustado el relato?Deja tu opinión en un comentario o si lo prefieres cuéntamelo en Twitter o Instagram. Y si quieres más puedes descargarte mis libros Confinados y Un día en la guerra totalmente gratis en esta misma web. ¡Disfruta de la lectura! |
Jajajaja me apunto a la quedada, aunque no sea del instituto. No tomaré ni agua ni vermú, pero una buena Mahou fijo
Bonito regalo para mamá con este relato.
Pronto nos vemos, volvemos el próximo domingo.
Un abrazo
Como en la vida misma, ¡magníficos los reencuentros entre amigos!.