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La idea

La idea nació por casualidad, como un comentario que no debería haber pasado de una broma dentro de un grupo de amigos. Un chascarrillo más, de esos que se hacen cuando las cervezas sueltan las lenguas y el buen humor invita a la exageración. De hecho no habría superado la jornada de no haber sido porque, al día siguiente, apareció de nuevo en algún móvil grabada entre tantas otras tonterías.

Fue entonces cuando, con la serenidad que da la tarde tras la resaca, alguien pudo reflexionar sobre la profundidad de la idea. De lo que podía acarrear, sus pros y sus contras, su posible impacto. Su peligro.  En este momento la historia cobró fuerza ya que esta persona, fuera del descontrol efervescente del alcohol, la noche y el verano, se convenció de la idea convirtiéndose en su primer apóstol.

Como una ola que regresa a estamparse contra la orilla, la idea regresó al grupo de amigos y su expansión empezó con el boca a boca. El murmullo silencioso corrió entre calles y barrios, llegando a otras ciudades, a otras personas, arraigando en otras mentes yermas que se contaminaron de ella sin dudar.

Lo más importante para el avance de la idea, lo que hizo que su ponzoña llegase a cualquier esquina del país, fue el momento en el que a alguien se le ocurrió resumirla en redes sociales. Con la facilidad de un clic su peligro fue pasando de unos usuarios a otros, saltando de pantalla en pantalla hasta llegar a la persona indicada. A la que la convertiría en debate nacional.

La explosión se dio un día cualquiera. En medio de la anodina comparecencia del político de turno, la falta de recursos a la hora de salir airoso ante una pregunta de la prensa le llevó a sacar a la luz la idea. Ahí fue cuando todo se descontroló: tertulias, entrevistas, artículos, columnistas… todo el mundo enloqueció creando el ambiente perfecto para que la idea ampliase su significado, tomase forma y se instalase en el imaginario colectivo como una solución sencilla ante un problema complejo. A partir de ahí todo fue el desastre: los defensores lucharon contra los detractores, los beneficiados contra los perjudicados, nacieron negocios, quebraron otros… todo sin reflexión ni crítica, sin valorar lo positivo o negativo que traía esa nueva situación.

Todos los que intentaban aportar debate y criterio eran aplastados sin ningún complejo por la turba, acusándoles de cosas indemostrables que nadie podía comprender. Pero daba igual. La idea era demasiado grande para desaparecer y el mundo ya había cambiado.

 

Foto de portada: ©Pexels

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