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La biblioteca

El camino hacia la biblioteca es un tortuoso sendero tan seco como lo estoy yo tras no sé cuánto tiempo perdido en el Infierno. Tengo tanta sed que, de haber traído agua bendita, me la habría bebido ya. Estoy seguro de que Dios me perdonaría por tamaña blasfemia.

Las cenizas superan mis tobillos cada vez que doy un paso, escuchando su crujido al compactarse bajo mis pies. Por encima, sólo el rumor de los juramentos de Blasfemo y las breves indicaciones de Lujuria rompen el lánguido y pesado silencio. Tanto tiempo llevo escuchando mis pisadas que percibo perfectamente cómo una de ellas suena diferente a las demás. Intrigado, meto la mano entre la ceniza para encontrar un arrugado papiro.

    — ¡Mira! —dice Lujuria—. ¡Hemos llegado!

En lo alto de una colina yerma centenares de páginas sueltas, lomos de libros, estanterías destrozadas y volúmenes de toda forma y tamaño parecen haber sido abandonados de cualquier forma. Algunos están calcinados, mientras que otros es como si acabasen de salir de la imprenta. Los hay muy viejos, de los siglos XVI o XVII si tuviera que apostar, pero los hay también impresos este mismo año.

    — ¿Qué es esto?

    — ¿Qué hostias te parece a ti que es? —me responde Blasfemo. 

    — Pues…

El paraíso perdido, de John Milton, está totalmente destrozado a pocos pasos de distancia. Junto a él humean los restos de varios volúmenes de la Encyclopédie de Diderot y d’Alembert.  De revolutionibus orbium coelestium, Religio Medici, Vida de Jesús… Todos estos títulos me resultan familiares, pero tardo un poco en encontrar la relación que guardan entre ellos.

   — ¡El Index! —boqueo sin terminar de creerlo.

   — ¡Ahí le has dado, lumbrera!

   — ¿Todos los libros del Index librorum prohibitorum están aquí?

   — Todos, pero no hemos venido a eso.

   — ¿Entonces?

   — Ahí detrás —señala Vago—. Esos libros tan gordos que sólo con verlos da pereza leerlos. Esos son.

   — ¿Cuáles son esos?

   — Son los grimorios. Sólo dentro de ellos podrás encontrar la forma de recuperar tu alma.

Grimorios. Magia negra. A esto he llegado. El descenso a los infiernos no sólo está poniendo a prueba mi cuerpo, sino también mi fe, y esta parece ser la tentación definitiva. Toda mi vida he luchado contra esta clase de poderes; sin embargo aquí estoy, perdido en el Infierno y la única forma de recuperar mi alma parece encerrada dentro de alguno de estos volúmenes malditos.

Echo mano al crucifijo que cuelga de mi cuello intentando encontrar respuesta ante el dilema que se me presenta. ¿Qué dice la Biblia sobre estas situaciones? Entonces viene a mi mente una sola frase, tan clara y nítida como si una mano invisible estuviese escribiéndola en mi mente palabra por palabra: Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros que tenga una oveja, y si esta cae en un foso en el día de reposo, no le echa mano y la levanta? Si Jesús permitió el trabajo en el día de descanso, también me permitirá a mi recurrir a la magia negra para recuperar mi alma.

Agachándome, cojo un grueso libro con pastas tan negras como si las hubiese tintado el mismo Satanás y le paso la mano por encima para retirarle los restos de polvo que manchan su lomo. Que Dios me perdone, susurro, y entonces empiezo a leer.

 

Foto de portada: ©Pexels

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¡Disfruta de la lectura!

1 comentario en «La biblioteca»

  1. Ahora mejor, empezé en Instagram y me enganché.
    Ahora falta la continuación porque estoy en ascuas.
    Me ha gustado hijo mío.
    Un fuerte abrazo, desde las cantabrias.

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