Se dice que el manantial nació cuando, tras días sin agua, un caballero templario perdido por estos terrenos tan inhóspitos clavó su espada en el suelo para rezar a Dios por su alma. El Señor, conmovido por la devoción que mostraba ese guerrero que con tanto valor había peleado por la verdadera fe en Tierra Santa, se apiadó de él e hizo brotar agua a sus pies.
El caballero, viendo su fe reafirmada al contemplar el milagro, hizo un voto solemne de construir una ermita para honrar a Dios. Durante los años siguientes ahorró todo lo que pudo hasta conseguir una suma suficiente como para llevar a cabo su obra. Al regresar al manantial vio cómo la zona había crecido en flora y fauna, convirtiendo lo que él había conocido como roca dura en un vergel. Emocionado ante la belleza del lugar decidió conservarlo, y en vista de que Dios había llenado de vida el yermo páramo que casi lo mató de sed, decidió no sólo construir una ermita, sino un humilde monasterio al que llamó Rocabrava del Manantial.
Con el pasar de los años, el monasterio atrajo a los curiosos ya que se decía que el manantial concedía deseos a los creyentes. Así pasaron a formarse agrupaciones de casas a su alrededor, creciendo en población e importancia. De los apenas 10 monjes iniciales, la leyenda del caballero templario y su manantial atrajo a otros a vivir cerca del lugar. Ya en el siglo XIX cientos de personas habían hecho de aquel recóndito lugar su residencia, combinando la agricultura y ganadería con el dinero que traían los peregrinos.
Años más tarde el monasterio quedó en desuso, convirtiéndose en una venta en la que los curiosos podían descansar después de acerarse a pedir un deseo en el manantial, cuyos alrededores seguían siendo verdes y llenos de vida. Así el lugar pasó a tomar el nombre del antiguo convento, convirtiéndose en el pueblo de Rocabrava del Manantial.
Esta es la historia oficial de Rocabrava del Manantial. La que se cuenta en los libros, la que conocen sus vecinos y la que sigue trayendo a miles de turistas y peregrinos a pasar el fin de semana al pueblo. Apenas hay ya agricultura y ganadería alrededor, siendo la leyenda del caballero templario y el manantial la que mantiene con vida la localidad.
Sin embargo, los pocos viejos que quedan en el pueblo recuerdan cómo sus abuelos contaban que en su juventud la comarca sólo era conocida por la miseria que traía una tierra apenas fértil. Por ello unos cuantos vecinos se las apañaron para, a base de buscar entre las cuevas cercanas algún riachuelo subterráneo, canalizar agua hasta la superficie creando el manantial que tanto nombre había dado al lugar. La leyenda del caballero templario, el milagro y toda esa parafernalia sólo fueron trucos de pillo para embaucar a ignorantes.
Al ser un pueblo aislado la historia pudo correr sin demasiadas contradicciones ya que nadie sabía desde cuándo existía el manantial. La gente acudió movida por la curiosidad y la fe, y la economía del pueblo floreció. Sólo faltaba un detalle que el alcalde no dudó en oficializar: el pueblo ya no sería conocido simplemente como Rocabrava. Desde entonces su nombre sería Rocabrava del Manantial.
Foto de portada: ©Pexels
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Jajajaja así como tantos y tantos. Una buena historia y la fé mueven a la multitud.
Nosotros nos dejamos llevar.
Gracias por tus relatos.
Un abrazo