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El encierro

Sí, sigo aquí. Por si te lo preguntabas. Por si algún día te llegas a acordar de mí. Encerrado exactamente en el mismo sitio en el que me dejaste hace ya ni se sabe el tiempo. Asomado a la rendija que hay entre la jamba de la puerta y la cerradura para intentar entender ese mundo que ha cambiado y que me has prohibido conocer.

De vez en cuando te acercas a mi jaula, tú o alguno de los tuyos; la abres momentáneamente y noto la caricia de la luz. Ese momento minúsculo y lleno de expectación suele convertirse en una gran frustración al ver que, de nuevo, venías a por otro, no a por mí. Te maldigo entre dientes y te odio, pero al rato me doy cuenta de que no es culpa tuya, sino de los tiempos, que ya son otros. Me molesta darme cuenta de que soy uno de los últimos de mi especie, eso es todo.

Porque no creas que no me he dado cuenta de cómo me has sustituido por ese aparato infernal que llevas a todas partes contigo. Sí, ese rectángulo negro que sacas del bolsillo y que tanto toquiteas con los pulgares. Lo veo desde la ranura de mi prisión y me doy cuenta de que ha sido él el culpable de mi encierro. De que ya no haya más como yo aquí.

Sin embargo te conozco desde hace mucho, y sé que tarde o temprano volverás a buscarme. Lo sé porque ya lo has hecho otras veces, porque ese demonio rectangular no puede hacer lo que yo. Ahí tendrás un calendario, calculadora y contactos, pero no las fotos de tu niñez. O aquella de cuando tu padre te llevó al campo y dejasteis la cámara encima de una roca y la foto salió movida porque un pájaro casi os la roba. O la última que te hiciste con tu madre. Esas memorias son las que hacen que, cuando dejas de lado tanta tecnología y vienes a verme, te emociones hasta la lágrima viendo a personas, tiempos y lugares que ya no existen.

Si algo he aprendido con el paso de los años es que las sensaciones que vives, esas que te hacen reír, enfadarte o llorar, no desaparecen. Te sigues sintiendo igual al volver a ver película, leer libros o ver fotos. Lo que hacen los años es añadir a esas sensaciones ya de por sí poderosas una más: la nostalgia. Eso es lo que amplifica cada emoción convirtiéndola en agridulce. No dejes que eso te confunda, pues el sentimiento es el mismo. Sólo echas de menos esa vida que ya no tienes. No hay nada de malo en ello.

Por eso seguiré estando aquí para ese vídeo para el cumpleaños de tu primo, o el aniversario de boda de tus padres. Porque sigo siendo esa ventana a un mundo que ya no existe y que de cuando en cuando te gusta recordar. Y como álbum de fotos no se me ocurre tarea más noble que llevar a cabo.

 

Foto de portada: ©Pexels

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1 comentario en «El encierro»

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