Es mirar a cualquier sitio y no dejar de darle vueltas. Vaya a donde vaya. Pase lo que pase. Y claro, cuando las cosas están bien pues vale, pero cuando no, lo paso fatal. Supongo que no seré el único al que le sucede algo así… y sin embargo creo que soy el que más lo sufre.
Voy por la calle y estudio fachadas, disposición de ventanas y puertas, y marcos, y remates, cornisas y tejas, y tiradores, y anclajes de farolas, donde las hay, y cables tirados para internet. En la tienda me fijo en el escaparate, intento adivinar por dónde van los pilares, dónde están las paredes maestras. Soy arquitecto, como puede entenderse. Y vaya donde vaya mi profesión me hace mirar al milímetro cada lugar en el que entro.
No es que tema por mi seguridad, aunque si contase lo que he visto por ahí más de uno no volvía a poner un pie en nada construido por el hombre. Desde dejadez por parte de algunos hasta la corrupción y la racanería poniendo en peligro la estabilidad de un edificio. Afortunadamente la mayoría de los proyectos salen adelante sin demasiados problemas y el resultado final acaba siendo satisfactorio. Al menos en los que yo firmo.
Conocidos que se dedican a otras cosas me dicen que a ellos les pasa algo parecido. Deformación profesional, lo llaman. Un primo mío que trabaja en un hospital se pone negro cada vez que ve una serie o una película de médicos. Siempre hace algún comentario, como que eso no se pincha tan fácilmente o que los comatosos no se recuperan tan rápido. No hay manera de ver la televisión tranquilo cuando está cerca. Un buen amigo es músico y me invita a veces a ver algún concierto, pero más que invitarme al concierto me invita a ver cómo se queja… ¡es que no le gusta ninguno!
Sin embargo tanto mi primo como mi amigo se van del cine o de la sala de conciertos y su problema se acaba. En mi caso la situación sigue aunque yo no quiera, porque el cine es una sala enorme que hay que tener muy estudiada para que el techo no se caiga encima de los espectadores. Y una sala de conciertos tiene el mismo problema pero hay con el añadido de la acústica, que también necesita de reflexión y conocimientos exhaustivos; esas mismas reflexiones y conocimientos que yo aplico desde pongo un pie en su interior para intentar encontrar una solución diferente al problema del reparto de fuerzas, distribución de cargas, diseño, etc.
No es algo que busque yo, es que no puedo evitarlo. Donde otros ven un edificio yo veo curvas, rectas, formas geométricas, vectores, revestimientos, formas de diseñarlo, sistemas de calefacción y eléctricos, cuadros de luces… Ese es el precio que pago por dedicarme a lo que me dedico: vivir condenado a no poder evitar que mi profesión me amargue el resto de mi existencia.
Foto de portada: ©Pisauikan
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Lo entiendo perfectamente, es una manía profesional. Más protagonistas como éste deberíamos tener, así estaríamos más seguros en cualquier parte. Los cines es bien cierto que son una obra muy estudiada pero, en las salas de mini cines, la acústica deja mucho que desear. En fin me ha gustado este relato con el que nos has regalado del día de la madre. Disfruta de este bonito domingo. Un abrazo