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Secundario

Hoy me ha llamado. Por fin. Tiene un nuevo proyecto y quiere contar conmigo. Han pasado siete años desde la última vez y, aunque no lo veo interesante y mi parte es bastante pequeña, diré que sí. Como siempre.

Él es el protagonista, el que se lleva los flashes de las cámaras, el que salva a la chica, el que mata al malo. Y, por supuesto, el que cobra el caché más alto. Bueno, eso era antes. Ahora produce sus propias películas y ya no sólo cobra sino que se queda con los beneficios. Debe de tener buenos asesores porque nunca fue muy listo, y juntos han creado una marca mediática a su alrededor de las que pocas veces se ven en la industria del cine.

Yo sólo soy el secundario. O un secundario al menos. Hay muchos como yo en el cine. Tipos que hicimos un papel resultón hace mucho tiempo pero que por la razón que fuese no terminamos de cuajar. Hubo un tiempo en el que esto me atormentó, pero afortunadamente ya no me quita el sueño. Las cosas son como son y no hay que darle más vueltas. Nadie montó un complot en mi contra; ningún productor me puso en la lista negra. Mi carrera se dio como se dio y poco más se puede hacer al respecto.

Puede que incluso tuviese yo algo de culpa. Cuando hice mi papel resultón parecía que por fin iba a dar el pelotazo, que el siguiente paso sería convertirme protagonista de algo y ¡pum! el estrellato. Quizá me di demasiada prisa en aceptar un nuevo papel, quizá debí decir que no a aquel contrato publicitario… qué se yo. En otro universo ahora mismo estoy sentado en una montaña de dinero y mi cara aparece en el cartel de mi próxima película, pero seguramente en otro no tengo ni donde caerme muerto. No me ha ido tan mal, pese a todo.

Después de varios años difíciles alguien se acordó de aquella película que casi supuso mi consagración y de lo bien que quedaría de nuevo como secundario del protagonista. Ahí fue donde conocí a la gran estrella que me sigue llamando cada pocos años para aparecer a su lado en pantalla. Dice que cuenta conmigo porque le doy buena suerte, pero en el fondo lo hace porque, aunque mi talento sólo da para ser un segundón, soy un tipo solvente en el plató. De los que conocen el oficio y no hace falta que le repitan las cosas. Profesional.

Como ya he dicho, el tío debe de tener buenos asesores que le indican cuándo usarme y cuándo no para no quemar la química que tenemos en pantalla. Por eso deja pasar uno o dos proyectos antes de volver a contar conmigo. Mientras tanto el calor de su sombra me da para hacer alguna película de serie B, apariciones en televisión e incluso algún cameo que me divierta. Ganarme la vida, en definitiva. Tener casa, comida, coche y permitirme un capricho de vez en cuando. Mucho más de lo que la mayoría de actores puede hacer.

 

Foto de portada: ©Jakob Owens

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