fbpx

Mañana

Se levantó con la cabeza llena de planes. Todos los que había pospuesto ayer los iba a llevar a cabo hoy. Porque hoy sí. Hoy iba a arreglar el grifo que goteaba desde hacía meses y ordenar la estantería que parecía una barricada improvisada. Y también iba a empezar ese proyecto que lo iba a cambiar todo. Por fin. Ese proyecto del que hablaba siempre, que en su cabeza estaba todo hecho y que era como acariciar una quiniela con el pleno al quince acertado en el tiempo de descuento.

Desayunó deprisa, convencido de que cuanto antes empezase, mejor iría la jornada. Pero al mirar la cocina pensó que era imposible concentrarse con tanto plato sucio. Y fregó. Bueno, medio fregó: lo justo para que pareciera presentable. El grifo seguía goteando, pero ya no se oía tanto con el ruido de la loza y el estropajo.

Fue al salón decidido a atacar la estantería. Los libros amontonados, los papeles, las revistas viejas. Empezó a ordenar volúmenes por temática, luego por tamaño, después por color… hasta que tocó un cuaderno que no recordaba haber abierto nunca y se quedó leyendo unas notas de hace años, cuando se juró por primera vez  organizarse y ser alguien. Media hora después seguía sentado en el suelo, con el mismo cuaderno abierto y la estantería intacta.

El reloj corría más rápido de lo que debía. Se levantó para tomar aire, pero lo único que encontró fue la nevera medio vacía. Tenía hambre, así que bajó al supermercado a comprar algo. No podía trabajar con el estómago vacío. Al llegar a casa preparó algo rápido y comió de pie para evitar que la urgencia de sus planes abandonase su cuerpo. Dos horas después seguía mirando el móvil.

El sol se resbalaba hacia el horizonte cuando se levantó a bajar la persiana. Entonces recordó el proyecto. Ese que le daría la gloria, la independencia, la satisfacción que ahora le faltaba. Abrió el portátil. La pantalla lo recibió con un mensaje motivacional como fondo de escritorio, ese que él mismo había elegido durante horas para servirle de recordatorio de lo duro que tenía que trabajar. Tecleó su nombre en Google, como si fuera necesario comprobar que aún existía. Luego buscó información sobre su proyecto, si otros lo habían hecho antes, si había algo que pudiese servirle de inspiración. Lo hizo dos o tres veces hasta encontrar lo mismo de siempre. Luego miró vídeos de gente que sí parecía cumplir sus planes. Sintió rabia, envidia y admiración mezcladas. Cerró el portátil. Así no había quien trabajase. No tenía el espíritu preparado para ello.

De repente era tarde. De noche, de hecho. El grifo seguía goteando. La estantería seguía desbordada. El proyecto, intacto, guardado en la carpeta donde descansaban todos los intentos anteriores. El día se había ido en pasos cortos hacia ninguna parte.

Suspiró. Bueno, qué es un día en toda una vida. Se prometió que mañana sería distinto. Mañana pondría orden. Mañana se sentaría en serio a trabajar. Mañana empezaría la vida que tantas veces había pospuesto.

Mañana.

Siempre mañana.

 

Foto de portada: ©Pexels

¿Te ha gustado el relato?

Deja tu opinión en un comentario o si lo prefieres cuéntamelo en Twitter o Instagram.

Y si quieres más puedes descargarte mis libros Confinados y Un día en la guerra totalmente gratis en esta misma web.

¡Disfruta de la lectura!

2 comentarios en «Mañana»

  1. Cierto…a veces …el mañana es …dejar…pero el placer de encontrar esas palabras de tus proyectos pendientes te traspasan a otra época.. vuelves a tu nube…

    Responder

Deja un comentario