A veces no lo parece, pero está ahí. Escondida entre las anodinas carreras para coger el transporte público, la rutina, los estantes del supermercado, las horas perdidas mirando el móvil o las charlas de ascensor sobre el tiempo. La vida, aunque muchas veces se empeñe en encerrarnos en una celda de aburrimiento e insignificancia, sigue teniendo magia.
Porque esa celda no es una celda, es una mazmorra rodeada de entes malignos, enemigos oscuros y poderosos que no dudarán en destruirnos si osamos levantar la cabeza y hacerles frente. Claro que hay que saber reconocerlos como tales para poder luchar contra ellos.
La vida se puede encarar de forma que sólo sea levantarse, ir a trabajar, hacer informes, asistir a reuniones, ir a la compra, cocinar, comer y dormir, o puede ser mucho más. Los malos de los libros de fantasía no soy muy distintos de los que acechan a cada uno de nosotros. El día a día es mucho más trivial que el duelo con el dragón, esquivar la copa envenenada de la hechicera y liberar al reino, pero es sólo porque en nuestro mundo esas cosas no se muestran de esa forma.
¿Acaso levantarse todos los días sin saber qué va a deparar el día no es una aventura? O aguantar la reunión con el jefe, ese que cuando la luz rojiza del atardecer cae sobre su piel parece tener escamas y echar humo por la boca. Cuando agotado, sin ganas y pese a todos sus problemas alguien se mantiene impasible y hace lo correcto, ¿no es esa la misma actitud del caballero con armadura al enfrentarse al brujo malvado que ha esclavizado al reino?
Y qué decir de los grandes retos, aquellos que verdaderamente marcan el devenir de una persona: tener hijos, cambiar de trabajo, de país, emprender, perder familiares, dejar amigos atrás… parecen cosas simples porque estamos acostumbrados a verlas cada día, pero no por ello son menos sorprendentes. Y quizá sea ese el problema: la capacidad de adaptación a todo del ser humano, perdiendo en poco tiempo la perspectiva de lo increíble que es la vida en realidad.
Por muy mayor que se haga uno o por mucho que la vida se empeñe en aplastarle, siempre puede levantar la cabeza y buscar esa magia que parecía haberle abandonado. La ilusión, el afán de superación, las nuevas metas siguen estando ahí; muchas veces puede que parezcan un premio de consolación, el alivio que queda cuando la piel se marchita y las arrugas se hacen más profundas, pero en realidad son la llama que mantiene vivas las ganas de vivir.
Foto de portada: ©Pexels
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Un gusto leerte..muy real, la vida misma.