No hay más que verlas para saber cuál es su objetivo: hoy han salido a matar. Sus ropas, sus miradas, sus gestos… todo en ellas da a entender el propósito que se han marcado esa noche al salir de sus casas. Pobres de los ilusos que piensen que pueden acercarse a ellas en la pista de baile.
Una es alta, tiene el pelo rizado y rasgos huesudos. La otra parece mucho más baja ante la delgadez de su amiga, pero tampoco podría considerársela una chica pequeña. Son distintas, una rubia y otra castaña, una con gruesas botas y la otra con delicados tacones, pero ambas son guapas, con la piel tersa e inocente que otorga la falta de años.
La alta va embutida en un vestido palabra de honor negro con brillos plateados. Apenas tiene pecho, por lo que puede permitirse ir sin sujetador sin peligro a enseñar más de lo debido al saltar en la discoteca. Su amiga, en cambio, ha apostado por una blusa de escote infinito con una chaqueta granate y pantalones ceñidísimos. Cada una conoce sus armas y sabe sacarles partido para mandar en la noche.
Bajo los focos y las luces indirectas, mil brillos salen de las piedrecillas blancas y rojas que custodian la raya del ojo. En el maquillaje se han puesto de acuerdo. Pese a que todavía ni una arruga se atreve a marcar sus rostros las dos hacen gala de un maquillaje excesivo, labios perfilados de carmín y pestañas larguísimas.
Sin embargo no son ni el maquillaje y ni el atuendo lo que las hace arrebatadoras. Cada paso que dan, cada gesto o caída de ojos parece meticulosamente preparado para quitar el sentido a todo incauto que decida posar la vista sobre ellas. Como sirenas mudas, las dos se mueven entre la mediocridad humana con la gracia de quien se sabe el centro de atención. Son jóvenes y son guapas, y no hay nada más peligroso que una chica joven y guapa que sabe el efecto que causa en los hombres.
A cobijo de los curiosos que las miran por el rabillo del ojo cuchichean sobre si comprar una pizza de jamón y queso de dos euros con cincuenta y unos bollos de chocolate de postre o si se gastan toda su paga en una tortilla de patatas recién hecha. Antes que reinas de la noche son princesas de la sección de precocinados rodeadas de ojerosos trabajadores que sólo quieren irse a dormir cuanto antes. Los mismos que se encontrarán de madrugada camino de la oficina cuando regresen a casa.
Foto de portada: ©Hadis Safari
¿Te ha gustado el relato?Deja tu opinión en un comentario o si lo prefieres cuéntamelo en Twitter o Instagram. Y si quieres más puedes descargarte mis libros Confinados y Un día en la guerra totalmente gratis en esta misma web. ¡Disfruta de la lectura! |