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Swoosh

Ya se ha hecho de noche en la zona más peligrosa del barrio, iluminada por apenas unas pocas farolas que sobreviven a los tiroteos que suelen hacer retumbar los edificios cercanos. Sin embargo justamente ahí, en ese cruce de calles, están las pistas de baloncesto, y ella no va a permitir que nada le aparte de su objetivo.

Todas las mañanas antes del instituto, todas las tardes cuando los últimos rayos de sol se escapan por el horizonte. Haga buen o mal tiempo. Tenga que estudiar o no. Pase lo que pase, el tap-tap-tap de la pelota de baloncesto está constantemente rebotando en la cancha. Cuando el bote para, lo sustituye el chirrido de sus zapatillas al correr de un lado al otro. Y luego su sonido favorito: el swoosh de los tiros sin tocar el aro.

El camino desde las pistas hasta su casa no es demasiado largo, apenas siete manzanas, pero probablemente ella sea la única que se atreva a hacerlo a pie y sin miedo. A su paso, la gente se aparta: los chavales en la esquina bajan el volumen de la música cuando la ven; los viejos que juegan dominó frente a la licorería la saludan con un gesto de cabeza. Hasta el de la moto, el de siempre, el que reparte polvo blanco en cajas de pizza, se guarda el pitillo tras la oreja y finge que hoy no trabaja.

Su pasión por el baloncesto le viene de pequeña, y lo que empezó como un hobby ha acabado convirtiéndose en una posible forma de ganarse la vida. Por eso va todos los días a las canchas, para mejorar un poco cada día: tiro en suspensión, reverso, bandeja con una mano, con la otra, juego de pies, movimientos en el poste… Swoosh. Un entrenamiento. Un objetivo. Así es como se lo plantea. Todo bajo la atenta mirada de los pandilleros locales, que por orden de sus jefes han hecho la protección de esa chica su misión principal.

Nadie la toca. Nadie se atreve. No es que lleve un arma, ni falta que le hace. Es otra cosa. Es la única que podría irse de aquí algún día, la única que podría jugar en un pabellón con parqué brillante y camisetas limpias que huelen a suavizante caro. La única que podría salir en la tele y decir que empezó tirando triples en esa cancha con agujeros de bala y jeringuillas en las papeleras a siete manzanas de su casa.

Todo el barrio la cuida como si fuese suya, y de alguna forma lo es. De todos. Hija de un submundo oscuro y peligroso pero que también tiene honra. La que todos quieren que les devuelva al llegar lejos con el baloncesto. Porque si ella triunfa, de alguna manera todos habrán triunfado.

 

Foto de portada: ©Pexels

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3 comentarios en «Swoosh»

  1. Ojalá!!!!!
    La que lo sigue lo consigue, perseverante parece la chiquilla.
    Me ha gustado tu relato.
    Desde Lisboa un abrazo hijo mío.

    Responder
  2. Ella con sus pasos siseantes , rebotando su pelota en la cancha, hace que sus paisanos , sueñen con ese cambio y que la Diosa alada griega transforme sus vidas. Fama ,trabajo y dignidad. Sus sueños de cambio son su protección …su promesa como campeona de baloncesto.

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  3. Ella representa con sus pasos siseantes en la cancha,su constancia,ese poder de la Diosa alada griega que pasa siseando y les da esperanza como promesa del baloncesto,..Esperan se nombre . Las personas famosas cambiando pueblos.

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