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El cambio

Han sido años de sacrificio. De mucho trabajo, planes, ideas y pensamiento a largo plazo. De táctica y estrategia. De noches en vela. De consagrar mi vida a un ideal. Y por fin veré los resultados.

Todo comenzó hace muchos años, cuando de niño empecé a ser consciente de las desigualdades que había en el mundo. A mi alrededor veía cómo algunos tenían mucho y no lo compartían con los demás. Cómo el abuso y la codicia aplastaban a las gentes más humildes de mi país. Frente a ello tenía dos caminos: intentar esquivar la injusticia atrapado en una rueda de mediocridad o encaminar cada acción de mi vida a cambiar las cosas. Decidí optar por lo segundo.

Estudié lo que tenía que estudiar en las instituciones adecuadas. Me las ingenié para lograr becas y viajar para conocer gente que pudiera ayudarme en mi ascenso. Noté cómo la ambición crecía a mi alrededor y también dentro de mí. Fue difícil aceptarlo, pero mi férrea convicción, el ideal que había iniciado mi camino, me mantuvo en la dirección adecuada. En ocasiones no sé ni cómo pude vencer la tentación.

Entonces no sabía lo que iba a suponer mi decisión. La de trabas, dificultades, traiciones y penurias que iba a arrastrar mi osadía. Al principio apenas podía creerlo, cómo el espíritu humano podía estar tan lleno de maldad cuando de acumular poder se trata. Sin embargo logré interiorizarlo, dominar esas malas artes y utilizarlas en contra de mis enemigos. También aprendí a enmascarar mis verdaderas intenciones, a transigir, e incluso a apoyar causas que me repugnaban sólo para ganarme la confianza de aquellos a los que más adelante traicionaría. No podía relajarme; el trabajo de toda una vida estaba en juego.

En estos casi cuarenta años de ascenso he tenido que hacer de todo, tanto bueno como malo. He puesto precio a mi alma más veces de las que puedo recordar, y en no pocas ocasiones todo mi plan estuvo a punto de irse al traste. Algo de suerte y la poca o mucha inteligencia que tengo han hecho el resto. Eso y el estar dispuesto a todo. Guardo demasiados cadáveres en el armario, tanto reales como ficticios, pero eso queda para mí. Cada sacrificio realizado ha sido necesario para llegar al punto en el que estoy ahora, y sólo por eso mereció la pena.

Puede que el camino elegido no haya sido el más ortodoxo, pero desde el primer momento supe que era el adecuado. El cambio que tanto anhelaba se podía lograr de muchas maneras, pero la aplicación del poder tenía que ser la adecuada. Para eso el poder militar no me servía: demasiado duro, demasiado agresivo y al mismo tiempo limitado. El político tampoco era la mejor opción por la temporalidad y las cortapisas electorales. Yo necesitaba poder económico, influencia y, sobre todo, tiempo. Y por fin lo he logrado.

Sonrío hacia la puerta que da a la balconada de la Plaza de San Pedro mientras terminan de vestirme y me doy cuenta de que es ahora cuando más peligro de desmoronarse corre mi plan. Ahora que por fin he sido nombrado Papa y puede empezar mi verdadera labor. Ahora que empiezo a cambiar el mundo.

 

Foto de portada: ©Walkerssk

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