Quería levantarse pronto porque sabía que era lo mejor para marcar la pauta del día. Despertar temprano para aprovechar la jornada, desentumecerse, desayunar con calma, esas cosas que siempre decía que iba a hacer pero que la rutina laboral volvía imposibles. Preparar con mimo el café, recrearse en su olor, triturar el tomate para las tostadas… era domingo e iba a ser un día productivo.
Después de desayunar quería poner una lavadora, cambiar las sábanas, tender y ordenar su vestuario. Hacer, en definitiva, todas las tareas atrasadas que tuvieran que ver con su armario. Como todos, tenía ropa guardada que jamás se había puesto, y ya estaba bien de tener prendas inútiles ocupando espacio.
Después quería dejar comida hecha para la semana, que si no terminaba por acabar comiendo cualquier cosa. Mejor un táper recalentado que un triste bocadillo hecho de cualquier manera sobre la mesa de la oficina. Tanto su estómago como su bolsillo lo agradecerían. Por eso se decantó por picar pimientos, cebolla y zanahoria y preparar lentejas como para un regimiento.
Una vez terminado todo eso, quería salir a dar un paseo, meditar un rato y darse una buena ducha. Una ducha-relax, como le gustaba llamarlas. De las que se sabe cuándo se entra pero no cuándo se sale. Sin prisas. Y a continuación se pondría una mascarilla hidratante, se cortaría las uñas y se echaría una siesta.
Con la primera parte del día acabada, la cocina recogida y la casa adecentada, quería salir a aprovechar los últimos coletazos de las rebajas. No sabía cómo lo hacía, pero siempre encontraba algo interesante. Cuando no era un jersey eran unos pantalones, y cuando no una chaqueta, pero siempre había algo escondido entre perchas que le viniese bien a un precio inmejorable. Una vez vistas las tiendas curiosearía escaparates y merendaría un buen chocolate con churros como premio a una jornada de descanso bien aprovechada.
De vuelta a casa pasaría por un nuevo restaurante vegetariano del que le habían hablado muy bien, y tras estudiar el menú pediría una apetitosa cena para llevar. Con una copa de vino y un poco de chocolate de postre sería el colofón a un día perfecto.
Quería hacer muchas cosas: tener un día tranquilo pero productivo, pasear, comprar, recoger… pero la noche acabó por acechar sin que se hubiera movido de la cama: la jornada había acabado y no había levantado la cabeza de la pantalla de su móvil, perdiendo hora tras hora en ver vídeos absurdos en sus redes sociales.
Foto de portada: ©relexahotels
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