Al principio todo parecía normal. El fortissimo sobrecogió al público, y la vibración de las cuerdas, el empuje de los vientos y la violencia de la percusión murieron en un grandísimo aplauso que hizo temblar las butacas del auditorio. Sólo el barullo formado por los escoltas al salir por el pasillo pudo poner fin a la ovación dejando a todo el mundo preguntándose qué había pasado. El cierre del edificio y el cacheo de cada persona que había dentro les dio la respuesta: el presidente había sido asesinado.
Todo el dispositivo de seguridad había fallado. La preparación, el entrenamiento, la revisión del espacio, la búsqueda de explosivos, el exhaustivo estudio de todos y cada uno de los presentes… Todo en vano. Alguien había conseguido introducir un arma en la sala y pegar un tiro al presidente. La peor pesadilla de cualquier escolta hecha realidad frente a más de dos mil personas.
El registro del edificio llevó la noche entera. Ni rastro del arma. Ni en los almacenes, ni en camerinos… nada. La investigación sobre la procedencia del disparo tampoco ayudó, pues indicaba una trayectoria recta y frente al presidente sólo estaban los integrantes de la orquesta y el coro. Sólo un tiro desde el órgano de la sala podía haber acabado con la vida del presidente, pero en ese concierto el instrumento no se usaba y por tanto las puertas de acceso estaban cerradas.
Ante la falta de alternativas, las sospechas se centraron en el gigantesco instrumento que ocupaba la pared trasera del auditorio. Se activó una orden de busca y captura del organero y se ordenó facilitar el acceso al órgano a los investigadores. A través de una puerta de dos metros de altura se accedía al monumental mecanismo que canalizaba el aire hasta cada tubo: tres pisos de conductos, fuelles y engranajes para hacer sonar sus cinco teclados. De allí tenía que haber venido el disparo.
La pista la dio un cable suelto y, tras una pequeña portilla que daba acceso a la altura media del instrumento, encontraron el arma: escondido dentro de uno de los tubos horizontales se encontraba un rifle con silenciador conectado a un ordenador. El tubo estaba milimétricamente apuntado al asiento del presidente. En la punta del tubo una pequeña gasa negra impidió que nadie pudiera ver la deflagración. Un sofisticado crimen ejecutado a la perfección.
Al día siguiente, cuando ya se preparaba el funeral de Estado, se encontró una pista sobre el paradero del principal sospechoso: el organero del auditorio. El día antes del asesinato había tomado un avión con destino a Nom Pem. Había huido a Camboya, un país sin tratado de extradición con España. Ahora todo el mundo sabía el nombre del asesino del presidente.
Foto de portada: ©652234
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Ostras!!!! Que corto se me ha hecho el relato. Esto tenía que ser mucho, mucho, mucho más largo. Me ha enganchado.
Un fuerte abrazo.
Feliz Navidad!!!!
De tus padres adoptivos
Una buena película a desarrollar, magnífico relato…